A Ariel.
El 21 de marzo del año 2000,
conocí a una persona muy, muy especial,
que me ha hecho recordar a todos los pueblos que anidan alrededor de nuestro mar Mediterráneo, desde Cefalú a Alejandría, desde Istambúl a Málaga, desde Marsella a Cártago.
Pueblos de muy diversas razas y de culturas dispares, pero que comparten todos la misma filosofía (o el mismo afán):
saborear cada uno de estos fugaces momentos de placer que nos brinda la vida y que están siempre al alcance de nuestra mano.
Una pequeña mesa en un rincón fresquito de cualquier calle o plazoleta, unos cafés o alguna copa de vino, unos cuantos amigos alrededor de esta mesa y el mar como tela de fondo:
no hace falta más...
¿Se podría soñar marco más idóneo para evocar nuestra literatura?
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